La sombra de Telémaco

La
sombra
de
Telémaco

Arturo

Loera

“Cuéntame qué pudieron
ver sus ojos y sus pies al marcharse”

La sombra de Telémaco

Cuéntame, muchacho,
la historia del hombre
que tras cada ola se va borrando;
que, en este caso, sigue sin regresar
porque es bien sabido que la muerte
tiene más alcance que todas las asambleas de los dioses.

Cuéntame su ausencia
y los dolores de la calle que caminas.
Cuéntame qué pudieron
ver sus ojos y sus pies al marcharse.

Madre ya no lo llora y está bien,
sin embargo queda, muchacho,
la piedra que nos hace rodar
sobre los pasajes de esta historia.

*

No hubo padre.
No tomé clases de rasurar
frente al espejo, y he rasurado
al espejo desde entonces;
no había discusiones en la mesa,
había silencio entre la salsa y las tortillas.

No hubo padre, ni existió
el miedo ni la necesidad de esconderse
cuando la boleta del colegio, como barco,
arribaba al puerto de la puerta principal.
Madre siempre quiso regañarme
pero estaba demasiado cansada
de tejer a diario, destejer la noche.

*

Padre, la palabra pocas veces
alcanza para el trazo cronológico
de tu figura. No es necesario
perpetuar la espera del rey y su regreso.

Todo poder es finito
y todo perdón una mentira.

*

La sombra de Telémaco
y cuéntame también las esperanzas
depositadas bajo las luces
mercuriales de la calle.

Cuéntame, piedra,
las caídas y las veces
y cuéntame también las esperanzas
depositadas bajo las luces
mercuriales de la calle.

Se acercan los hombres y se alejan y no importa.

Cuenta, y cuenta bien, piedra
el no regreso
y escribe una canción con los pedazos.

*

Aquí,
el eterno retorno
es ley escrita con la rabia del mar.

El ciclo no existe,
y la venganza
contra los hombres
que acosaron a Madre
no será llevada a cabo.

La sombra de Telémaco se irá de viaje.

Quizá tampoco regrese.

*

Y corren las palabras
también como un río.

La ausencia es una lápida en blanco
frente a la que todo el mundo llora.

Ya no habrán de llorar las palabras,
algún día.

*

Recuerda ahora, muchacho,
que es otra tu historia, otro tu camino
y el hacha y el arco y la flecha nunca vendrán,
nunca deberán cortarte el sueño ni cazarlo.
Mucho menos demostrar algo sincero.
Recuerda y cuenta, muchacho,
tu calle, tus demonios y semáforos.

Tu cotidiano caminar sobre la muerte.

*

La sombra de Telémaco
Se ocultan entre los dientes de mi padre
las palabras del poema.

Si cuando dicen Calipso,
el nombre y la palabra, y su isla,
espacio de un lugar desconocido,
quieren decir y se refieren a la muerte
clara del hombre claro, entonces sí:
allá se encuentra mi padre
sin posibilidad de regreso, ni deseos.

*

Deja de contar, muchacho,
las voces lejanas y los mares.

*

Se ocultan entre los dientes de mi padre
las palabras del poema.
Así también la noche, toda cazadora.
Y no es nada, la palabra, si me quedo mirando.
Si decido palpar
las palabras de la estatua.
Si encuentro entre el peso muerto
la materia, la letra y la sílaba.
El discurso es un pájaro herido
a punto de acercarse a otra estación.
Y ésta era la casa del mediodía,
del viaje consagrado al tacto, a las paredes.
Alguien dice que el mundo
es pensamiento, allá afuera. Confieso
que en el alto nombrar, entre los espejos
y el armario, entre los rostros
y los vestidos de novia, entre la llave
y la cerradura de la casa nunca mía, confieso
ver algo y no querer.
Se vislumbran entre los dientes del poema
las palabras de mi padre.

Una obra de:
“Nada Notable”

La
sombra
de
Telémaco

Arturo

Loera

Maquetado web
Bucketbranch

Ilustración
Fuco León

Desarrollo
Alan Vargas